Cada día...

Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.

Ma. Elena Walsh

lunes, 10 de noviembre de 2008

La enseñanza, el estilo del profesor y las Nuevas Tecnologías


“…los ordenadores no cambian la educación, pero los profesores sí”.

Manuel Área Moreira

Sin aspirar a ser exhaustiva en cuanto a abarcar todas las perspectivas que pueden abordarse sobre este tema, ni ofrecer una posición acabada sobre la cuestión, este artículo tiene como propósito la elaboración de algunas reflexiones acerca de la práctica educativa en ambientes mediados por tecnologías.


Quienes hemos transitado por la docencia en los últimos 15 ó 20 años, sabemos que la relación de los conceptos entre enseñanza y aprendizaje se han ido modificando sustancialmente y en este sentido, el texto de Gary D. Fenstermacher “Tres aspectos de la filosofía de la investigación sobre la enseñanza”[1] puede ayudarnos a comprender cuál es la verdadera conexión de los mismos.

Recuerdo que hace un tiempo atrás, una profesora en la Universidad me corrigió algo que yo acostumbraba a redactar. Había escrito (como lo había aprendido en el profesorado) “proceso de enseñanza-aprendizaje”, a lo que ella me objetó y corrigió “enseñanza y aprendizaje”.

Por simple que parezca, fue en ese momento en el que comencé a analizar en profundidad los términos y a observar que, como expresa Fenstermacher, la relación causal que hemos considerado como colectivo del imaginario docente, no es tal, sino que existe una relación ontológica entre ambos conceptos.

Por eso, me parece importante rescatar que “…la tarea de los profesores no es necesariamente poseer el contenido y transmitirlo a los estudiantes (claro está que deberá tenerlo), sino más bien permitir a éstos tomar posesión del contenido donde quiera que se encuentre”[2], porque de esta forma estamos considerando no sólo la acción del profesor de enseñar sino la condición de aprender del otro (alumno, estudiante) sin inferir que la segunda sea una causa de la primera.


Ahora bien, ¿qué significa participar instrumentalmente en la educación de otro ser humano?

El mismo autor sostiene que “educar a un ser humano consiste en proporcionarle los medios para estructurar sus propias experiencias de modo que contribuyan a ampliar lo que la persona sabe…” [3]

Y este concepto también se hace extensivo al profesor en calidad de alumno (pensemos en quienes se están iniciando en los Institutos de Formación Docente y también en los docentes en ejercicio que se capacitan constantemente) Es decir, “se busca el mismo fin: proporcionar a los docentes los medios para estructurar sus experiencias, con el fin de aumentar continuamente su conocimiento, creencia razonada, comprensión, autonomía, autenticidad y sentido de la situación”.

Claro que nada es sencillo en la construcción de los procesos educativos y como lo demuestran las investigaciones al respecto, hay un caudal de variables que van demarcando el “estilo del profesor”. Es decir, no sólo contemplamos el conocer hechos y dominar teorías, sino que debemos tener en cuenta que, como seres humanos, atesoramos vivencias personales, historias educativas, sentimientos, valores, ideas, significados…

Y estas experiencias vividas se unen con otras que actúan en el presente: las representaciones sociales como conocimiento, como construcción social de la realidad, como pensamiento constituido que da una visión de la realidad que se comparte.


¿Por qué considero importantes estas concepciones de enseñar y aprender? Porque en ellas se sustentará la acción del docente, de cómo planificará su tarea, qué recursos utilizará en sus clases, bajo qué metodologías estructurará la experiencia de sus alumnos y cuáles serán sus estrategias de evaluación.


¿Y las Nuevas Tecnologías?

Como se expresó en artículos anteriores, en esta época signada de cambios históricos, sociales, económicos y culturales, en la que se aprecian ya algunos procesos de innovación y reforma educativa, con urgente necesidad de incorporación de las Nuevas Tecnologías a la vida institucionalizada (que están naturalizándose en la vida cotidiana) y con alumnos que son usuarios activos de estas tecnologías de la información y la comunicación, en este contexto encontramos al docente, al ser humano que deberá proporcionar los medios para estructurar las experiencias de sus alumnos con el fin de ampliar sus conocimientos, a la vez que seguir él aprendiendo en forma continua.


¿Cuáles serán las estrategias que pondrá en marcha frente a este desafío que le plantea su profesión?

Qué ardua tarea…

Dado que adhiero a dos supuestos centrales:

  1. que toda transformación educativa requiere de la participación real del docente.
  2. que la comprensión de las concepciones teóricas y la clarificación de las propias representaciones, facilitan en el docente el análisis reflexivo-crítico de situaciones socioeducativas y de sus propias prácticas,

imagino un profesor que se convierta en alumno de sus propias enseñanzas, en investigador de su propia educación, un autor de su experiencia pedagógica volviendo sobre lo hecho para reformularlo, ampliarlo, transformarlo, reiterarlo.

Alguien que se permita pensar y recrear su práctica profesional constantemente sin temor a equivocarse.

Sólo así, los aportes que las tecnologías (y en particular las “Nuevas Tecnologías”) pueden realizar para enriquecer los procesos de aprendizaje y los de enseñanza serán una realidad para alumnos y docentes.



[1] FENSTERMACHER, G.(1989), “Tres aspectos de la filosofía de la investigación sobre la enseñanza”, en: Wittrock, M., La investigación en la enseñanza I, Paidós-M.E.C, Madrid-Barcelona. Un concepto de enseñanza

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.



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