Cada día...

Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.

Ma. Elena Walsh

jueves, 19 de junio de 2008

Huellas tecnológicas en la vida cotidiana

A través del recorrido del módulo, hemos ido analizando las vicisitudes y desafíos que presenta la llamada Sociedad de la Información. Un proceso revolucionario (un modo de desarrollo) en el que las tecnologías se orientan no sólo hacia la obtención de nuevos productos sino, fundamentalmente, hacia nuevos procesos de producción.



Y es en este escenario donde los sujetos sociales, sobre todo en estos últimos 15 años, experimentamos transformaciones no sólo en los modos de relación sino en las experiencias de intercambio personal y en el accionar cotidiano.

En lo personal, una mudanza desde la ciudad de Miramar hacia la ciudad de Neuquén, cargó en sus embalajes un retroceso en el acceso a las tecnologías, un dejar atrás posibilidades y usos para comenzar de nuevo desde cero.
En Miramar había quedado mi Commodore 64C, materiales de programación en Basic, RPGII y Logo, el teléfono, el TV color, la video casetera, el local de juegos electrónicos, el espacio de la comunicación al alcance de la mano. La que llegaba a Neuquén era la Maestra Jardinera que con entusiasmo, viajaba a diario 15 Km. para encontrarse con sus alumnos. La hija que se comunicaba con sus padres a través de grabaciones en casette que llegaban en el colectivo una vez al mes. La mujer que al llegar a casa miraba el único canal de TV en un aparato grande blanco y negro que había quedado de comodín.

Nada más claro como ejemplo para comprender que los procesos de apropiación social de las tecnologías incluyen cuatro lógicas: técnica, comercial, social y cultural. Y que las brechas o divisorias digitales, lejos de ser una causa, son una consecuencia de realidades socio-económicas y espaciales (en el sentido geográfico) de los individuos.

Mi situación económica fue cambiando, pero si bien extrañaba aquellos usos y beneficios tecnológicos, me fui adaptando a vivir sin ellos y hasta se generó en mí una negación a incorporarlos de nuevo… La maestra que había usado mimeógrafo y después fotocopiadora, sostenía que el material para los niños quedaba más bonito dibujado a mano y coloreado…

Pero de pronto, un suceso cambió el rumbo: mi mejor amiga se mudó a Canadá. Y la necesidad de comunicarme con ella me llevó a comprarme mi primera Pentium II y a conectarme a Internet con todo el temor que ello me provocaba.

Como expresa Pons: “…la comprensión del fenómeno mediático en su conjunto, y la necesaria adaptación de las personas a los nuevos requerimientos de la Sociedad de la Información, constituye un factor de gran importancia para adaptarnos, no solamente a las tecnologías sino a las características de la nueva realidad en la que nos desenvolvemos”.

Así fue... Comprendí y me fui adaptando a las características de la nueva realidad. Tanto, que en 6 años no sólo me mantuve “cerca” de mi amiga sino que formé parte de la Red Escolar de México como e-formadora, cursé mi Licenciatura en Informática Educativa desde mi casa en la UNLa de Buenos Aires, cambié de celular cinco veces, me compré mi Notebook y me veo a diario por la webcam con mi padre que está a 1000 Km. y con mi único hermano que vive a 2000 Km. de mi casa.

Enloquezco si estoy viajando y me quedo sin señal en el móvil, siento que no sirvo para nada cuando cortan la luz y sufro cuando mi hijo llega de su escuela primaria y observo sus contenidos lineales, fragmentarios, descontextualizados.

Transformaciones… Motivación… Necesidad…

¿Y la escuela? ¿De qué forma se reconocen en las instituciones escolares estas transformaciones?

Es claro que la Sociedad Informacional trae consigo presiones y demandas en cada uno de los actores educativos.
El rol docente se ha diversificado y complejizado.
Los alumnos ¿nativos digitales? participan a diario de diferentes espacios de conocimiento y construyen, asimismo, múltiples identidades. Por ello, requieren de la guía de un adulto para dejar de ser sólo “espectadores” o “consumidores” y formarse como usuarios críticos, selectivos y productores de nuevos conocimientos.

Si recordamos que: “Lo que caracteriza la revolución tecnológica actual no es la centralidad del conocimiento y la información, sino la aplicación de ese conocimiento e información a la generación de conocimiento y los dispositivos de procesamiento/ comunicación de la información, en un circuito de retroalimentación acumulativa que se da entre la innovación y los usos de la innovación” (Castells), entonces ya no podemos sostener un universo escolar con un espacio de legalidad propia, se requiere de la innovación, del cambio en la pedagogía y en los métodos, de profesionales de la educación dispuestos a configurar una nueva escuela. En síntesis, un cambio de actitud y de mirada hacia las demandas de los niños y jóvenes que necesitan comprender la compleja realidad en la que viven.

Claro que nada debe ser impuesto, es necesario sentir la “necesidad”, conocer las “posibilidades” y adquirir “confianza”.
Y en este sentido, las instancias estatales de administración de gobierno tienen una importancia fundamental, ya que sin políticas educativas que “engloben” a todos los sectores y brinden la formación y la capacitación requerida por los docentes, sólo se lograrán acciones aisladas de aquellos profesores y maestros que quieran o puedan realizar innovaciones; entendiendo la innovación como “el conjunto de iniciativas que induzcan a los profesionales a pensar de un modo nuevo en la forma que tienen de hacer sus tareas. No se trata de un manejo ambicioso del concepto en el sentido de que los cambios venidos de la innovación sean radicales o totales, sino que esos modos nuevos de hacer las cosas puedan conducir a un cambio beneficioso, aunque no tenga éxito o no dure mucho tiempo. Sin embargo, aportan el valor de repensar la enseñanza y el aprendizaje”. (Landow)

Tengamos presente que la “brecha o divisoria digital” no termina con la dotación de infraestructura y de conexión a Internet en las escuelas. Se requiere un cambio lento pero sostenido y profundo, dado que una vez que las tecnologías han ingresado a las instituciones educativas, puede darse la más vieja divisoria de la historia: la educación. No basta con la capacidad tecnológica sino que es imprescindible (como expresa Castells) la capacidad mental y educativa.

Y para finalizar, una reflexión de la Dra. Edith Litwin que nos invita a seguir recorriendo el camino…

“…En nuestra profesión de educar están nuestras historias como maestros y también como discípulos. Somos ingenuos incurables que pretendemos que, pese a toda circunstancia, nuestros alumnos aprendan. El candor con el que lo sostenemos no es de mala fe, ni de engaño y se asienta en la ambición de lograr una práctica de buen fin. En esa obstinación, a veces, nos sentimos fascinados por las herramientas que parecen allanarnos el camino o las despreciamos porque nos ignoran y parecen enseñar por sí solas. Es así como las usamos porque fracasamos, las usamos porque generan maravillosas comprensiones, las usamos porque disciplinan, las usamos porque nos conmueven al reunirnos con los otros, las usamos porque recordamos otros usos con nostalgia o porque soñamos con usos maravillosos. Utilizarlas, sin embargo, en todos los casos, significa aceptar los retos de la sociedad traspasando nuestros usos personales. Es, en ese pequeñísimo instante en el que empezamos a usarlas como constructoras de humanidad.”
Edith Litwin - De caminos, puentes y atajos: el lugar de la tecnología en la enseñanza - II Congreso Iberoamericano de EducaRed Argentina

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